Del ser al sujeto, un lugar posible para que habite el deseo

Melisa Tancredi

Actualmente, asistimos a cierta oferta que propone el discurso imperante de la época en torno a supuestas libertades que no tenían lugar hace décadas y que abren un abanico de posibilidades irrestricto. La libertad para elegir entre los diferentes y variados objetos que se proponen, me refiero a cómo vestir, qué estudiar, qué comer, cómo nombrarse, etc., sostenida en la existencia de un ser autónomo; acompaña cierta promesa de felicidad (Han, 2014), que, quizás, en ocasiones, podría funcionar al modo de un ideal a alcanzar, posibilitando un trabajo subjetivo para eso. En otras, más bien, nos interrogarnos, si la libre elección, entre los objetos que se ofrecen, oficia como tapón respecto a la circulación del deseo.

Teniendo en cuenta esto, se hace necesario poder diferenciar entonces entre el ser autónomo y “libre de elegir”, y el sujeto. En este punto cabría la pregunta sobre de qué libertad se trata y cuál es su contracara; la misma quedará en suspenso dado que excede este breve escrito.

En principio, sabemos que el sujeto del psicoanálisis se sitúa en el extremo opuesto a cualquier ser. Lacan (1964) asigna al sujeto del psicoanálisis un carácter subversivo, se trata de un sujeto que vino a alterar todo lo establecido hasta ese momento en torno al mismo. Así, esta cualidad lo diferencia del sujeto de la filosofía; en este sentido el sujeto tiene un estatuto ético, y se deslinda de lo óntico y de aquello que tenga que ver con un ente. En todo caso el inconsciente, su hiancia, es preontológica.

Nos adentramos entonces en una lógica distinta, la del psicoanálisis, que propone un sujeto que mantiene una relación con el significante que queda “ilustrada por la enunciación, cuyo ser tiembla con la vacilación que recibe de su propio enunciado” (Lacan, 1960, pp. 763). Interesante afirmación de Lacan, con la que podemos arribar que si bien no prescindimos del ser, apuntamos a la división del sujeto.

El sujeto se encuentra inmerso en su propia lógica, se sitúa respecto del significante, y se deslinda del ser. Se trata del inconsciente que emerge en acto, y se soporta en la transferencia, es decir, no se desprende de la presencia del analista.

La libre elección del ser parece, más bien, quedar del lado de una posición de objeto que conlleva cierto goce y vela la falta necesaria en el lugar del Otro, imposibilitando la circulación del deseo (Lacan, 1966). De este modo se completa al Otro, haciéndose objeto de su goce y obturando el intervalo necesario para que aparezca la causa.

Una pequeña viñeta nos ayudará a pensar en esta cuestión. Celeste, de 26 años, se encuentra con algunas dudas respecto a su sexualidad. Ha realizado un tratamiento anterior hace diez años, dado que sentía que “no pertenecía a ningún grupo”, no se encontraba cómoda con las mujeres, ni con los hombres. Recuerda que, en esa época, le sucedía lo mismo a muchas de sus amigas. De a poco varias comenzaron a definirse como bisexuales, y a aludir sobre lo bien que se sentían al nombrarse de este modo. A partir de esto, un poco por identificación y otro por sentir que le atraían las mujeres, Celeste también dice ser bisexual. Algunos años más tarde, luego de haber mantenido relaciones con hombres y mujeres, cae en la cuenta de que no encuentra, en dicha cuestión, la tranquilidad que esperaba; es así, como llega actualmente a la consulta.

Desde las primeras entrevistas, entre angustiada y preocupada, porque “este tema” era algo que creía tener resuelto; Celeste sostiene un interrogante respecto a su sexualidad. A partir de sus dichos, se recorta la creencia en una promesa de felicidad y tranquilidad, que se apoyaría en la libertad de elegir quién ser, ¿o qué ser?

“Ser bisexual” definía a Celeste hasta el momento, pero ahora no alcanza para encontrar aquella calma que anhelaba, desde que comenzó a ponerse en movimiento la segunda revuelta pulsional.

¿Qué se ofrece cuando aparece un interrogante como tal? ¿Hacia dónde se dirige la escucha analítica?

El deseo del analista implica que la escucha se dirija a ofertar cierto vacío que posibilitará la emergencia del sujeto, y que al mismo tiempo vehiculizará la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente. Entender la transferencia de este modo acarreará, entonces, determinadas consecuencias. La operatoria analítica, sostenida en su ética, intentará cavar una hiancia ante aquello que se presenta como coagulado, apostando a que se relance el deseo.

En sucesivas entrevistas Celeste despliega cuestiones referentes a su historia que dejaron marca en ella; un modo de nombrar a su cuerpo como “andrógino” abre paso al recuerdo de un hermano muerto unos años antes de su nacimiento, de quien no circula información en la familia. A partir de esto, se abre una vía asociativa en torno a “hacer de hijo y de hija”, y al mismo tiempo un cuerpo que se viste de modo varonil se desliza hacia lo “unisex”; cuerpo que habla en acto, y plantea un interrogante que Celeste introduce, desde el inicio, en su tratamiento.

Sabemos que el cuerpo se recorta a partir de la demanda del Otro, cuestión que trae de por sí un riesgo necesario de correr: quedar allí como objeto, si algo del deseo no se presenta quebrando lo incondicional de la demanda (Lacan, 1960). El problema del neurótico es que reduce el deseo del Otro a la demanda, y allí se hace objeto de la misma, ofreciendo una respuesta fálica que intenta agotar el deseo.

La gramática pulsional hará su recorrido delimitando un cuerpo y armando un circuito que dará lugar a la articulación del lazo (Lacan, 1964), cuestión que se soportará en el fantasma; respuesta al enigma por el deseo del Otro. El fantasma ofrecerá diferentes posibilidades para que el sujeto se sitúe, entre ellas, una vertiente encontrará al sujeto en una posición más bien de objeto, enlazada al ser y a la angustia; en otra el objeto oficiará de causa de deseo.

Celeste, a partir de relatar cierta preocupación por su padre, quien ha tenido varios intentos de suicidio, sitúa que ella se ubica de modo tal que “ayuda a los otros”, amigos, parejas, incluso a sus padres. Respecto a su madre, ofrece su consuelo cuando esta se angustia luego de fuertes discusiones con su marido. Celeste manifiesta mucha inquietud por el destino de su madre si se divorcia, no quiere dejarla sola. “Ser bisexual”, “ayudar al otro”, quedan en la misma línea en tanto otorgan consistencia de ser, sentido del Otro que obtura el vacío necesario para que circule el deseo. La maniobra analítica se dirigirá a reinstalar la falta, y como consecuencia, “ayudar a los otros” quedará enlazado, en el decir de la paciente, a “hacer de madre”. Ubicar esto en la línea de lo que ocurre con sus parejas, será el esbozo de una pregunta que posibilitará habitar un lugar más ligado a lo deseante. Sostener el interrogante, sin obturarlo con una respuesta, la hará decir que no quiere “encasillarse” en un género.

Movimiento de este primer tramo de tratamiento que va de “ser bisexual y ayudar al otro” a no “encasillarse”. “En-casilla”, “en-casa”, será un nuevo significante que se pondrá a jugar en transferencia, despegándolo de la cuestión de género, y abriendo una nueva línea en torno a lo acotado que queda lo familiar a Celeste y a su madre, dejando por fuera, incluso, al padre.

Queda de lado, a esta altura, aquella promesa de felicidad con la que se presenta el ser autónomo y libre, pero objetalizado; y se abre paso, vía la interrogación de la paciente y el deseo del analista, a la reinstalación de la falta y relanzamiento del deseo; que otorgará, en todo caso, otro tipo de libertad. Para concluir, recordemos la siguiente cita de Lacan sobre el deseo: “(…) como lugar de empalme del campo de la demanda, donde se presentifican los síncopes del inconsciente, con la realidad sexual”, y unas líneas más abajo su pregunta: “¿Cuál es el deseo en cuestión? (...) el deseo en cuestión es el deseo del analista.” (Lacan, 1964, pp. 163). Posición del analista que dará lugar a la emergencia del sujeto del deseo.

Referencias bibliográficas

● Byung Chul Han. (2014). La agonía del Eros. Barcelona, España. Herder Editorial.

● Lacan, J. (1960). Subversión del sujeto y la dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. En: Escritos 2. Buenos Aires, Argentina. Siglo veintiuno editores, 2008.

● Lacan, J. (1964). Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina. Paidós, 2013.

● Lacan, J. (1966-1967). Seminario 14. La lógica del fantasma. Buenos Aires. Argentina. Traducción Ricardo Rodríguez Ponte.

Melisa Tancredi. Psicoanalista. Concurrente. Integrante del equipo de adultos (turno mañana) de consultorios externos del Centro de Salud Mental N°1 “Dr. Hugo Rosarios”. Docente UBA.

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