Editorial

Hay una pregunta que insiste como causa de este número de la Revista Ensayos: ¿Qué sostiene nuestra práctica en la institución pública? Un gran número de lxs psicoanalistas que formamos parte de los profesionales de la salud pública en la Ciudad de Buenos Aires lo hacemos ad honorem. Atendemos, supervisamos, estudiamos y enseñamos sin recibir remuneración económica. El capital salarial no circula en nuestras actividades.

Es conocida la referencia de Psicoanálisis y medicina donde Lacan (1966/2006) sostiene que, desde Freud hasta la actualidad, lxs psicoanalistas mantenemos un lugar extraterritorial respecto del discurso médico hegemónico. Nuestra práctica y nuestra teoría están en permanente disputa con dicho discurso y entre lxs psicoanalistas mismos. Esta coyuntura se suma a la progresiva precarización general de la salud. Las concurrencias y las residencias, y también los cargos de planta, han sido reducidas. La salud es un costo a recortar, un lastre.

La extraterritorialidad también se expresa cuando los discursos del amo (antiguo y moderno) no pueden contabilizar lo que se sostiene desde un lugar ambiguo y casi indecible; un lugar abierto, orientado por un deseo.


PH: Cynthia Schlegel

Lxs psicoanalistas intentamos ejercer cierta autonomía que nos deslinda de lo que aquellos discursos producen, pero que a su vez nos deja por fuera de la participación de los debates y las disputas de lo público.

Ahora bien, precisemos algunas preguntas: ¿dónde nos ubica esta situación? Trabajar en el hospital público (muchas veces ad honorem) y quedar por fuera de algunos cargos de gestión, ¿nos ubica como sobreexplotados o es el mejor terreno para disputar nuestro deseo? Nos referimos al deseo del analista y la causa que nos empuja a estudiar, supervisar, enseñar, pensar y transmitir nuestra práctica.

En estos encuentros es que fueron surgiendo los siguientes ejes que luego irían haciendo cuerpo en esta revista. Ejes que van desde el quehacer del analista no ajenos a la época y a la institución pública de la que muchxs formamos parte, los mandatos sociales y la demanda de tratamiento,los espacios de formación como consumo o como experiencia. Nos preguntamos también si hay nuevas configuraciones del amor, por el Edipo en cuestión respecto de nuevos lazos familiares, por el discurso analítico y política, el psicoanálisis en los tiempos del individualismo y por el imperativo de la felicidad.

“El futuro llegó hace rato. Todo un palo” (Patricio Rey y sus redonditos de ricota). Este himno ricotero confirma que el neoliberalismo mastica no sólo el porvenir, sino también la memoria: deglute los tiempos, la trama donde jugamos nuestra vida y nos convierte en una masa anónima sin que podamos distinguir sujeto, historia y significantes. Nicolas Casullo, filósofo argentino, resume la astucia y la maquinaria del neoliberalismo afirmando que existe un intento de armonizar las clases sociales a partir de una “búsqueda de ´consensos´ con actores desiguales en poderes, y bajo un régimen capitalista incuestionado” (Casullo, 2007, p. 94).

La armonización de clases es siempre hacia abajo. El discurso neoliberal trabaja para que la diferencia de clases se produzca entre la clase media y el sector popular, alentando la segregación racial, desarticulando lo que en común podría construirse para articular una política contra los modos de funcionamiento de lo social.

En Freud también encontramos esta preocupación entre la crítica de la producción capitalista y una política pulsional de las satisfacciones de las masas. En El Porvenir de una ilusión se puede distinguir el malestar estructural por vivir en la cultura y el “plus de privación” que impone cada organización social. La propuesta freudiana consiste en distinguir entre privaciones que afectan a todxs y aquéllas que no. Las primeras son las más antiguas y las prohibiciones recaen sobre deseos tales como los del incesto, el canibalismo y el gusto de matar (Freud, 1927/1994, p. 10). A su vez, queda ubicada una crítica a las sociedades que no logran resarcir a los sujetos que fueron desposeídos de satisfacciones pulsionales, como el acceso a los derechos y a posibilidades de sublimación (recordemos que para Freud, un trabajo elegido puede constituirse en sublimatorio). Cada sociedad decide qué políticas públicas implementar, cómo irá tejiendo la tensión o el equilibrio entre sus formas de represión y sus formas de elaboración simbólica y de sublimación.

Ubiquemos una cita: “Una cultura que deja insatisfecha a la mayoría de sus miembros y los empuja a la revuelta no tiene perspectivas de conservarse de manera duradera ni lo merece” (Freud, 1927/1994, p.12). Toda cultura responde al problema de la represión y el malestar a través de sus políticas públicas. En los últimos años cabe la pregunta: ¿cuál es el lugar que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires les ha otorgado a las políticas públicas en salud mental?

No todo es “plus de privación” para nuestras sociedades. De lo contrario, no seguirán funcionando del mismo modo. En la Conferencia de Milán Lacan (1972) ubicó un quinto discurso respecto de los cuatro que formalizó en el Seminario 17: el discurso capitalista. En este, se promueve la relación del sujeto del deseo con pequeños objetos a en función de mercancía, de gadgets o “letosas”, pequeños dispositivos tecnológicos. El goce en el discurso capitalista no pasa por el lazo social y es ajeno al saber y a la articulación significante.

Diversos autores profundizaron aquello que Lacan dejó señalado. En esta “modernidad tardía”, como Nicolás Casullo (2007) prefiere nominar a nuestra época signada por el neoliberalismo y la revolución marxista como pasado, tales ofertas aparecen como una elección de “libertad”, de gusto propio, de un yo haciendo uso de sí mismo para sí mismo.

La relación de goce entre el sujeto y los objetos de consumo tienen consecuencias políticas e identitarias. Nuestra época convoca a responder desde el yo la pregunta del deseo. La pura conciencia, la “libre elección” y originalidad están a la orden del día. Marquemos un efecto: la producción de minorías cada vez más partidas y aisladas. Como versa una frase política de los tiempos de Julio César: “Divide y reinarás”.

Retomemos la pregunta por nuestro lugar de psicoanalistas que trabajamos en el hospital público: ¿Podrán conjugarse las luchas emancipadoras con el deseo que se apuesta en cada sesión psicoanalítica? La pregunta por el deseo del analista que sostiene nuestra práctica en lo público, ¿puede generar cambios en las relaciones estructurales y materiales del sistema que permita equilibrar las diferencias halladas en la praxis cotidiana? Los textos que presentamos en esta Revista murmuran en esa tensión.

Las elaboraciones de los ensayos en este número intentan bordear la pregunta política sobre cómo poner en tensión nuestra praxis, y cómo la ética psicoanalítica del deseo puede plantar batalla contra la maquinaria neoliberal. Para concluir: ¿En qué espacios será posible que el sujeto del deseo hable, aún?

Comité Editorial

Santiago Avogadro
Esteban Espejo
Ramiro Gimeno
Florencia González
Javier Kohon
Nicolás Macorra
Maia Paez
Melisa Tancredi

Referencias Bibliográficas

● Casullo, N. (2007). “La revolución como pasado”. En Las cuestiones. Buenos Aires: FCE.

● Freud, S. (1927). “El porvenir de una ilusión”. En Obras Completas, Vol. 21. Buenos Aires: Amorrortu; 1994.

● Lacan, J. (1966). “Psicoanálisis y medicina”. En Intervenciones y textos 1. Buenos Aires: Manantial; 2006.

● Lacan, J. (1969-1970). Seminario 17: El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós; 2008.

● Lacan, J. (1972). Conferencia en Milán. Inédito.

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