El año que vivimos en suspenso / souffrance(*)
Estela Ingala
"El amuro es lo que aparece en señales extrañas sobre el cuerpo.
Son esos caracteres sexuales que vienen de más allá, de ese
lugar que creíamos poder escudriñar en el microscopio bajo la
forma del germen; del cual quiero señalarles que no se puede
decir que sea la vida ya que también acarrea la muerte,
la muerte del cuerpo, porque lo repite. De allí le viene
el aun en cuerpo. Es falso pues, decir que hay separación
del soma y el germen ya que por hospedar el germen,
el cuerpo lleva huellas. Hay huellas en el amuro."
Jacques Lacan.
El concepto inmunitario dio un vuelco en estos últimos tiempos. Cambio de la imagen, del hábito, del semblante, del velo; del ropaje. Un cambio en cada vestidura que mediatiza e inmuniza lo despojado y fragmentado del cuerpo en tanto resto.
No alcanzando las defensas creadas por la barrera de inmunidad de los propios cuerpos, se culminó en la necesidad de un plus de protección proveniente de otra tela; de otra estofa. Se hace llamar barbijo o tapaboca a los fines de cubrir los agujeros por donde pudiera infiltrarse un virus llamado Covid 19. Este germen de designación universal maligna, va tiñendo el imaginario colectivo de un efecto espectral que se reproduce dentro de otra vida, para conservar un propósito: subvertirla criminalmente. Dispuesto a atravesar no sólo la distancia entre los cuerpos, sino también a transformar los hábitos de vida, hasta sacudir y atravesar de manera axial la existencia propiamente dicha.
La cosa es que algo se ha presentado como una amenaza cuyo peligro, latente y larvado, ha desencadenado una emergencia tan aguda y virulenta, que ha dejado a toda luz el colapso del sistema sanitario. Esta vez la muerte acontece de manera indiscriminada, despojada de semántica, desarticulada, sola y sin sentido.
Seca.
Lo real, desamarrado de la contingencia y de la lógica, se reproduce en forma desmedida y se multiplica de manera exponencial, dispersa, diaspórica, indiscriminada y loca. Un estallido de real tal, como una detonación atómica que disemina radiación por un terreno sin límites, sin fronteras y sin final, cuyo agotamiento arbitrario ha quedado suspendido en un futuro incierto.
Esto prueba que las fronteras no dividen territorios; sólo los nombran.
Gracias a la utilidad que ofrece el lenguaje por medio de la palabra, se infiere nuevamente el fracaso y su insistente intento de amarrar cada vez un saber que por un instante pretende estar sujeto a ciertos números y a algunas cifras. Este registro numérico, junto a su escritura, proporcionan una salida simbólica que tendería a seriar, ordenar y encadenar ese estallido en una secuencia de ficción mortal, cuya verdad nunca es dicha toda.
La transmutación del valor de la vida nos ha obligado a asumir la existencia de un agente llamado virus, cuya sustancia está conformada como un pedazo de materia micro-orgánica que sobrevive a expensas de otro organismo. Esta se transmite, se contagia, se genera y se degenera en el cuerpo huésped perdiéndose finamente el borde, y fundiéndose de manera mimética en un continuo estado de corrupción de la materia en torno a otro organismo vivo. En conjunto y entre ambos, conforman de esta manera una bio comunidad/inmunidad tanto generativa como degenerativa. Intrincación pulsional donde la vida y la muerte se pliegan, se tuercen, se atraviesan, se desdoblan; se miman.
Lejos de poder hablar o remitirme al daño que humanitariamente ha causado la presencia de este microorganismo en la comunidad mundial de los cuerpos, preferiría hablar de lo que ha afectado en lo vecinal, en lo más cercano, en lo palpable.
Los relatos de pacientes provenientes de nuestra ciudad señalan, en principio, fobias a la presencia o cercanía del cuerpo del otro. En este sentido, se va desdibujando y, progresivamente, eliminando la frontera o el borde que pudiera recortar la imagen del cuerpo propio respecto del lugar del otro o del semejante. Esta eliminación del borde, que produce un efecto de ensimismamiento, transforma a la imagen del otro en extranjeridad y extrañamiento; ausentes no sólo de reconocimiento sino que también de distancia. A sus efectos y como correlato, se pone en acto un reforzamiento de la defensa que va de la mano de la inhibición en cuya contrapartida se observan reacciones de tipo acting-out. Las mismas se ven caracterizadas por salidas a toda prisa de la escena que el sujeto habita o se aloja. Sin tiempo y a - prisa, esta vez, la caída recorre el trayecto similar al de un túnel cuyo agujero interior fue privando al sujeto de su tiempo espera, pero a la espera, dejándolo en un estado de suspensión/sufrimiento. Una de las formas en que se presenta el padecimiento es por un mecanismo de negación forclusiva y de aislamiento subjetivo traducido en un desconocimiento del lazo social proyectado en un tránsito sin desplazamiento, sin trayecto, sin tiempo- sin espacio. Sin Otro y en opacidad.
De El Seminario sobre “La carta robada” (Lacan, 1956), extraigo:
El hecho de que se encuentre "en sufrimiento", son ellos los que van a padecer. Al pasar bajo su sombra se convierten en su reflejo. Al caer en posesión de la carta -admirable ambigüedad del lenguaje-, es su sentido el que los posee (p. 41).
Frente al vacío sin reflejo que impone la angustia en el cuerpo/en otra parte, (en/fuera - de - sí), se produce una imperiosa necesidad de salir a la calle de cualquier modo y a cualquier costo. Tal como si allí fuera el único sitio donde las cosas suceden o donde los sucesos de la propia vida tienen sentido y cobran relevancia. Eso sí; sin afectación de lo público. Es entonces que el pathos, en tanto sufrimiento, transita sin corte; adyacente al cuerpo sin que su efecto lo toque como fenómeno, en tanto angustia, y produzca como empuje un desplazamiento y despegue a la necesidad de su objeto pulsional.
El fantasma de la enfermedad pandémica actual y la reglamentación dispuesta para evitar el contagio, operan tal vez como catalizadores, que en su accionar descompensan de modo reactivo estructuras clínicas de base previa, cuyos síntomas ya habían sido puestos en el museo. Estas reacciones alojadas en el soma serían una forma de dar respuesta por supuesto fallida, al fracaso también de los mecanismos de contención instrumentados por el estado social para prevenir los peligros que la enfermedad suscita.
Como cuestiones para reflexionar y que nos invitan a pensar... acerca de cómo el estado social ha mutado e inmutado al cuerpo viviente y al viviente frente al asedio de la muerte. Una muerte como consecuencia del puro capricho de la materia orgánica, que a su vez es desprendimiento de su propia sustancia, vuelta hacia la propia persona. La muerte seca, sin sentido, que pide cifras para hacer frente al devenir de la pura contingencia y al desgarro; donde su valor se transforma en un número de tres, cuatro, cinco... seis… siete cifras, etc., etc. Repetitivo intento que da a ver ostensiblemente el fracaso de anudarse una vez más al campo del Otro para que tome rango de pérdida real y quede por fuera de ser una representación anónima y numérica más, dentro del mundo del pan-espectáculo.
*The Purloined Letter - La Lettre en Souffrance - La Carta Robada – Edgar Alan Poe. La expresión francesa en souffrance (en suspenso, detenida, a la espera), se traduce literalmente como - en sufrimiento -.
Referencias Biliográficas
● Lacan, J. (1956). El seminario sobre La carta robada. En Escritos 1 (3° Ed.). Buenos Aires: Siglo XXI Ediciones, 2009.
Estela Ingala. Psicoanalista. Integrante del equipo de adultos (turno tarde) de consultorios externos del Centro de Salud Mental N°1 “Dr. Hugo Rosarios”.